Ciudad de México.- La Estación Espacial Internacional (EEI) desde hace 25 años es un laboratorio enorme que gira alrededor del planeta a una velocidad de 28 mil km/h, como si llegará a tarde a todas partes, y aún así nunca se detiene.
La EEI cada 90 minutos completa una vuelta y regala a sus habitantes 16 amaneceres y atardeceres diarios, algo interesante para una “casa flotante”, que mide más de 100 metros, pesa toneladas y es tan brillante que a veces se ve desde la Tierra como una estrella apresurada.
Dentro de la “casa flotante” viven astronautas de todo el mundo que comparten algo más que el Wi-Fi limitado, ciencia en mocrogravedad, tortillas que no sueltan migas y la experiencia de vivir sin peso, todo flota.
Este proyecto es el resultado de una cooperación internacional histórica entre Estados Unidos, Rusia, Europa, Japón y Canadá que unieron piezas, cerebros y paciencia para construir el objeto más caro jamás hecho por la humanidad.
¿Valió la pena construir una Estación Espacial?
Más de 3,000 experimentos científicos dicen que sí, investigaciones sobre el cuerpo humano, nuevos materiales, cultivos espaciales y tecnologías que luego usamos en la Tierra.
Desde el año 2000, la EII nunca ha estado vacía, más de 280 astronautas han pasado por ahí, convirtiéndola en el hogar más exclusivo y alto del mundo. Y aunque algún día se jubilará su legado ya está en marcha, prepara a la humanidad para volver a la Luna y algún día, poner un pie en Marte.
La EEI nunca para, siempre tiene historias increíbles y demuestra que incluso en el espacio es posible que las naciones trabajen juntas.
Con información de BBC noticias